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De Los Chifladitos

«- Oye Lucas, ¿Tú crees que sea útil ser poeta?

– Claro que sí, Chaparrón, si no, ¿Qué pretexto vas a encontrar para morirte de hambre?

– Sí, pero yo quiero decir: ¿Tú crees que si hubiera más poetas la gente avanzaría con más seguridad por la vida?

No, Chaparrón, para avanzar con más seguridad lo que hace falta es sincronizar los semáforos

– Estás en lo cierto, pero de cualquier manera para algo deben servir los poetas

– Bueno, yo los utilizaría para disolver manifestaciones.

– ¿Para disolver manifestaciones?

– Sí. Chaparrón, ¿No te has fijado en cómo se desbarata una reunión en cuanto alguien se para a declamar un poema?

– Estás en lo cierto.»

Los Chifladitos 1992

Roberto Gómez Bolaños

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De poetas

Gonzalo Arango

Poeta fundador del NADAÍSMO, movimiento literario colombiano

Enero 18, hoy en su natalicio.

Obra negra (Prosas para leer en la silla eléctrica y otras sillas)

Primer manifiesto nadaísta

Sexo y saxofón

Nada bajo el cielo raso

Providencia

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De poesía…

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INTERMITENTE

Te arrastras por el asfalto

Te ensanchas,

te acercas desde el arcano

te extiendes a mi vera .

Esa que…

Te implanta en el misterio de esta vida y

Te devuelve a la oscuridad

De este  poema sin dilucidar.

L.M.MUÑOZ

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De poetas

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Que te vas a acordar Isabel

Que te vas a acordar Isabel

de la rayuela bajo el mamoncillo de tu patio

de las muñecas de trapo que eran nuestros hijos

de la baranda donde llegaban los barcos de La

Habana cargados de…

Cuando tenías los ojos dorados

como pluma de pavo real

y las faldas manchadas de mango

Qué va

tú no te acuerdas

En cambio yo no lo notaste hoy

no te han contado

Sigo tirándole piedrecillas al cielo

Buscando un lugar donde posar sin mucha fatiga

el pie

Haciendo y deshaciendo figuras en la piel de la

tierra

y mis hijos son de trapo y mis sueños de trapo

y sigo jugando a las muñecas bajo los reflectores

del escenario

Isabel ojos de pavo real

Ahora que tienes cinco hijos con el alcalde

y te paseas por el pueblo con un chofer endomingado

ahora que usas anteojos

cuando nos vemos me tiras un “qué hay de tu vida”

frío en impersonal

Como si yo tuviera eso

Como si yo todavía usara eso.

RAÚL GÓMEZ JATTIN (1945-1997)

Poeta colombiano

Amanecer del valle del Sinú

Retratos: poemas

Poemas 1988

Esplendor de la mariposa 1995

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De poetas

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He escrito un viento, un soplo vivo
del viento entre fragancias, entre hierbas
mágicas; he narrado
el viento; sólo un poco de viento.

Noche, sombra hasta el fin, entre las secas
ramas, entre follajes, nidos rotos –entre años–
rebrillaban las lunas de cáscara de huevo,
las grandes lunas llenas de silencio y de espanto.

Aurelio Arturo (1906-1974)

Poeta colombiano

Morada al sur 1945

Este verde poema

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De poetas…

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FUTURO

Decid cuando yo muera… (¡y el día esté lejano!):

soberbio y desdeñoso, pródigo y turbulento,

en el vital deliquio por siempre insaciado,

era una llama al viento…


Vagó, sensual y triste, por islas de su América;

en un pinar de Honduras vigorizó el aliento;

la tierra mexicana le dio su rebeldía,

su libertad, su fuerza… Y era una llama al viento.


De simas no sondadas subía a las estrellas;

un gran dolor incógnito vibraba por su acento;

fue sabio en sus abismos -y humilde, humilde, humilde-

porque no es nada una llamita al viento…


Y supo cosas lúgubres, tan hondas y letales,

que nunca humana lira jamás esclareció,

y nadie ha comprendido su trágico lamento…


Era una llama al viento y el viento la apagó.

Por: Porfirio Barba Jacob (1883-1942)

Seudónimo del Poeta y escritor colombiano Miguel Ángel Osorio Benítez

Canción de la vida profunda

Nocturno

Soberbia

Parábola del retorno

No tardaré, no llores

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De escritores…caminantes

Tomado de: TALLER DE LECTURA Y ESCRITURA CAFÉ Y LETRAS QUINDÍO

CAMINAR Y PENSAR

Por: Carlos Fernando Gutiérrez Trujillo

Camino. Hoy seguimos la ruta del Alto Quindío, vía Cocora – Estrella de agua. Entre bosques de niebla, quebradas cristalinas y un camino que serpentea entre las montañas, nos internamos hacia la cordillera de Los Andes. El rumor del agua entre las piedras y el viento que baja del páramo entre las hojas de los alisos y robles, permiten que los pensamientos afloren desde lo profundo.

Detenernos con el canto de las mirlas y el aleteo de los colibríes, permite expresar este sentido del caminante:

¿Acaso un computador, un automóvil, un teléfono, un avión, una pantalla; terminarán por atarnos a una silla? ¿Reducirnos físicamente? Como autómatas nos pasamos los días tecleando, pasando frente a un frenesí de imágenes e informaciones que suceden una tras otra, sin dejar ninguna huella esencial. Una Matrix de entretenimiento que no cesa, sonidos que llenan el temor del silencio, compañías virtuales que intentan engañar la soledad. El miedo de mirarnos y descubrir que estamos llenos de objetos sin alma.

Si deseo escapar a estos límites, camino. Para desconectarme y escapar de estas redes, tomo una ruta de montaña y trasgredo esta Modernidad que arruina cuerpos y pensamientos. Al recorrer senderos y bosques, podemos romper el tedio de lo urbano, la repetición de convenciones. La complacencia de hacer lo mismo. Al emprender una ruta natural, estamos dejando atrás las huellas de lo que habíamos sido, de intentar ser otros en otro lugar y tiempo, de trasgredir los límites personales hacia un lugar nuevo o diferente. Estamos dejando entrever otros sueños.

En el caminar se han gestado pensamientos profundos. Nietzsche lo había anunciado “La vida sedentaria constituye el auténtico pecado contra el espíritu” Cuando nuestros pasos se mueven por el ímpetu de la aventura y el camino, estamos “mitológicamente en el gesto más humano” con lo decía R. Barthes. Al caminar, estamos participando de una aventura histórica. De la huella humana más antigua sobre la tierra.

Cuando aventuro mis pasos por este bello sendero del Quindío, me doy cuenta que cuerpo, mente y camino, están alineados para volver hacia una raíz primigenia y escapar del frenesí moderno. Así son los caminos, cuando los afrontamos con la simpleza del pensamiento.

Escritor y poeta Armenia, Quindío, Colombia.

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De poetas…cantantes

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«Ella era tan linda como

yo feo, era tan rica como

yo pobre y por si fuera poco,

tímido. Pero un día me animé

y cuando ya había pasado le

dije casi cobardemente: te amo,

ella se detuvo, se dio la vuelta

y me dijo, yo también. Entonces;

Se me escaparon de las manos

los globos que vendía en la plaza

y el cielo del sábado se llenó de colores».

FACUNDO CABRAL

Cantautor, poeta, escritor y filósofo argentino.

No soy de aquí ni soy de allá.

Me gusta la gente simple.

Entre pobres.

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PoEsÍa

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NO REGRESES…

Estoy desterrado de ese cuento

en tiempo presente.

Estoy proscrito del verso

Que te invoca, rostro sin nombre.

Estoy condenado al exilio

De la eternidad, sin regreso.

Estoy ausente del final de esta historia

Como en aquel cuento en el que vivías

al aleteo y al aguacero,

a la sombra, al camino y al adiós.

No regreses ya no estoy a tu alcance. “

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De relatos en primera

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YO Y LOS MISERABLES
Nunca he llorado tanto como cuando asistí a un entierro literario, el de Jean Valjean. Y he ido a por lo menos 20 de esos y a otro tanto en presencial. Todo empezó cuando Mary, mi tía, me entregó un libro sin carátulas, con las hojas papel biblia enrolladas como cuaderno de niño de preescolar, desde inicio y hasta el fin. Era una tarde de esas en que ya nada te divierte y de puro aburrimiento le pregunté desde abajo, desde el patio de mi casa hasta la terraza de la suya, si tenía algo para hacer, una tarea por terminar, un …no alcancé a terminar. “Si, sube, lo tengo y te viene como anillo al dedo”.


En tres minutos estaba de pie ante la puerta de su casa con el aldabón en la mano, antes de que diera el primer golpe, esta se abrió. Arriba de los cien escalones estaba ella con una sonrisa entre maliciosa y complacida y un mamotreto en la mano. Llegué hasta allá, me invitó a pasar. En la mesita de la sala chorreaban gotas de un vaso de jugo. “Siéntate, te voy a explicar”. Eso hice.


–Este es un libro muy querido por mí, puede que no me creas al ver el estado en el que está, pero lo he leído y releído tantas veces… —explicó.

— Pero parece un cuaderno de niños con todas esas “orejas”, como me decía mi profe en primaria—dije socarrona.
–Eso es lo que quiero que arregles, cuando las tengas planitas y una encima de la otra, yo me encargo de montar estas—mostró las dos carátulas.


En una de ellas y con letras grabadas en tonos tierra sobre verde musgo se veía el título: LOS MISERABLES. Un poco más abajo y en color blanco estaba el nombre de un hombre: Víctor Hugo. Luego supe quién era, averigüé todo sobre su vida sin escatimar enciclopedias, libros de literatura, diccionarios de personajes, contra carátulas de sus libros, en fin, me sentía tan cerca de él, como si fuera parte de su familia.


Con el tesoro y la encomienda formal me instalé en el centro de reuniones de mi familia. Pinzas, prensas improvisadas, clips, martillos, planchas estaban regados por toda la mesa del comedor. No sabía por dónde empezar, así que empecé a leer. A esa primera página de puntas encrespadas le siguió la segunda y la tercera, y… Eran casi las siete de la tarde cuando una tromba irrumpió entre posaderos, pobres, viajeros, y el cansancio y hastío de los hombres de letras y papel.


–Es la hora de la cena, recoge tus cosas—dijo mi mamá.
Mis cuatro hermanos, mi padre y mi madre reclamaban su lugar para cenar. Recogí las herramientas aún sin utilizar, mi tesoro de palabras de hojas enrolladas y me fui a mi cuarto. A mis 16 años no lo compartía con nadie, de eso apenas hacía unos cuatro meses. Dejé el encargo sobre mi mesita de noche y todo lo demás en el suelo.


No veía la hora en que todos terminaran de comer, era una herejía levantarse antes. Algo allá en mi alcoba me llamaba. ¿Era monseñor Bienvenido? ¿Sería el señor que no quisieron atender en la posada? Detrás de él me voy apenas suene la última cuchara sobre el plato.


–Son las tres de la mañana—susurró la voz de Jean Valjean.


Me tiré de la cama de un salto, el libro cayó lejos, un click en la lámpara de mi mesita me dejó a oscuras.
Me fui a la cama, es decir, me quedé en la cama, tardé al menos dos horas en dormirme. Aquellas fueron las vacaciones más cortas que tuve en mi época escolar. Arrasar con mil seiscientas páginas fue una tarea titánica. Entre los oficios de la casa, mis tareas escolares, las escapas con mi noviecito, y mantener los crespos de las hojas a raya, el tiempo que me quedaba para leer no era tanto como me hubiera gustado. Aun así, terminé de leerlo, nunca de desenroscar sus hojas.


Eran cerca de las once de la noche de la víspera del regreso al colegio. Mis lágrimas no paraban, mi padre me consolaba, “ni que eso fuera verdad”, “hay muchos otros libros”, “no es lo único que tienes para leer”, “eso son sólo mentiras, puros cuentos que alguien se inventó”.


Todas eran verdades para mí y realidades que conocía muy bien. Después de seguir a Jean Valjean por las cloacas del Sena, por tribunales, por calles, huyendo, amando, salvando, hiriendo y dando que hacer a la vida, para al final “verlo y oírlo”, ahí muriéndose, me arrancó el alma. Lloré el resto de la noche, la mañana me encontró abrazada al libro aun con todas sus hojas crespas.